La magia y el siglo XXI
La magia se basa en el principio
de que hay una relación concreta entre las cosas que se ven y las que no se
ven, que las que no se ven están animadas por fuerzas espirituales y que existe
la posibilidad de entrar en contacto con estas fuerzas y actuar sobre ellas,
modificando la realidad.
La magia de la edad medieval tuvo
que transitar entre la mística de la naturaleza pagana y la religión dogmática
romana. En muchos textos de la Edad Media figuran místicos remedios, encantos y
recetas para curar males desde el desamor a la mala suerte, y hasta brebajes
para invocar infortunio a fieros rivales. Todo esto suena sospechosamente a magia
y para las personas de la época, eran rituales en los que depositaban su fe.
La magia médica y la magia
protectora se consideraban útiles, y se llamaban “blancas”, mientras que la
brujería era considerada mala y “negra”, pero la diferencia entre estas
frecuentemente dependía de la perspectiva, por ejemplo, si un curandero trataba
de sanar a un paciente y fallaba, algunos acusarían al curador de dañar
intencionalmente al enfermo. En esta época, la magia sólo era castigada si se
consideraba que era “negra”, lo que significa que era la práctica de un
hechicero con malas intenciones.
Así, la medicina clásica
implicaba elementos mágicos, usando encantos o pociones con la esperanza de
curar una enfermedad y en realidad, la magia durante esta época a menudo consistía
simplemente en el uso de hierbas medicinales con fines curativos.
Personalmente a mi esto me
recuerda en cierta medida a la homeopatía ya que los homeópatas elaboran los
tratamientos consultando libros de referencia que se conocen como repertorios,
donde, para la elaboración de un remedio homeopático se consideran factores
como el conjunto de los síntomas de cada paciente, el estado físico y
psicológico del mismo o su historia médica y de vida. Sin embargo, al igual que
la medicina clásica, no tiene una base científica ni médica, sino que se basa en
la ley de similitud o de los semejantes, la cual afirma que una sustancia que
provoca determinados síntomas en una persona sana, en pequeñas cantidades, es
capaz de curar los mismos síntomas o semejantes en una persona enferma.
Si seguimos con las similitudes,
en el caso de la homeopatía también se podría distinguir entre una útil “blanca”
y una perjudicial o simplemente inservible “negra”. En la blanca, yo englobaría
todas aquellas que hayan servido para mejorar el estado de salud de las
personas, ya sea por el remedio en sí, que dudo, o psicológicamente, es decir, por
el hecho de que tomar algo que creían que funcionaria les haya hecho mejorar. Por
otro lado, en la negra estarían todas esas veces en las que esta práctica no ha
mejorado el estado del paciente o incluso ha impedido que hubiese un
tratamiento real, con el consiguiente empeoramiento del enfermo. Si esto ocurre
soy partidaria de que se castigue, cosa que hacían ya nuestros antiguos. De todas
formas, aunque yo no recurriría a ello, he de reconocer que tampoco vetaría esta
práctica pues bienvenido sea todo lo que pueda ayudar a una persona a
encontrase mejor. Lo que sí que es verdad es que, si es meramente psicológico,
por la misma regla de tres, podrían recurrir a cosas como la fe, lo que nos llevaría de
nuevo a comparar la homeopatía con la magia medieval pues también entre la magia y la religión
existía una relación estrecha, ya que encantamientos y rezos se entrelazaban en
letanías recitadas con la esperanza de obtener un favor o un milagro, llegando
a un punto en que era difícil distinguir entre lo mágico o lo religioso.
La cuestión aquí es si nosotros
seremos capaces de distinguir entre lo verdaderamente beneficioso y lo que
atañe solo a la esperanza para ver hasta que punto debemos seguir con ello.
Correcta entrada, Elena.
ResponderEliminarSaludos